‘Si les he contado todos estos detalles sobre el asteroide B612 y hasta les he confiado su número, es por consideración a las personas mayores. A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?» Pero en cambio preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: «He visto una casa preciosa […]», jamás llegarán a imaginarse como es esa casa. Es preciso decirles: «He visto una casa que vale cien mil pesos». Entoces exclaman entusiasmados: «¡Oh, qué preciosa es!»
De tal manera, si les dicimos: «La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe», las personas mayores se encogeran de hombros y nos dirán que somos unos niños.’